La alergia es una respuesta exagerada del sistema defensivo del organismo, el sistema inmunitario, ante una sustancia inofensiva para la mayoría de las personas, pero que él reconoce como extraña y dañina (alérgeno). En el primer contacto no produce síntomas, pero el organismo queda sensibilizado y cuando vuelve a ponerse en contacto con la misma sustancia se producen una serie de síntomas que es lo que se conoce como reacción alérgica. Existen factores genéticos que condicionan una predisposición a padecerlas. Los alérgenos que pueden causarlas son variados, aunque los más frecuentes son, entre otros, polen de distintas especies vegetales, epitelios de animales, ácaros del polvo, medicamentos, algunos alimentos, materiales como el látex o metales como el níquel. Si bien los cuadros más frecuentes son los que se registran en primavera, también se pueden presentar en verano y otoño en función del momento en que se dé la polinización de la planta. El polen es una sustancia producida por el aparato reproductor masculino de la flor que tiene la misión de transportar las células espermáticas al aparato reproductor femenino para generar la fecundación y dar lugar al fruto. Una vez inhalado, entra en el organismo y se produce un combate entre el alérgeno y las armas defensivas del sistema inmunitario, los anticuerpos.
El resultado de esa lucha es la liberación de diversas sustancias químicas, la histamina y la serotonina principalmente, que ocasionan los perturbadores síntomas propios de esta afección que, si bien pueden variar de una persona a otra, habitualmente son similares: picor e irritación de nariz con congestión, secreción acuosa y estornudos, lagrimeo de ojos, irritación en el paladar y, en ocasiones, tos y respiración dificultosa con pitos y sibilancias. Esas molestias pueden verse agravadas por estímulos inespecíficos como el humo del tabaco, ambientes contaminados, olores fuertes e irritantes, luz intensa o cambios bruscos de temperatura.
La Fitoterapia siempre es una herramienta muy útil para prevenir las alergias y, en su caso, hacerles frente y tratar de aliviar las molestias que causan y deterioran notablemente su calidad de vida. Existen numerosas plantas medicinales que se vienen utilizando desde hace mucho tiempo por sus reconocidas propiedades antialérgicas, ya que dificultan la liberación de las sustancias que las provocan. Las más utilizadas son el Grosellero negro (Ribes nigrum) y la Fumaria (Fumaria officinalis).
Además, se puede recurrir a otras para calmar la tos o aliviar el picor. Incluso no faltan algunas que ayudan a relajar la musculatura de los bronquios, disminuyen el broncoespasmo y palían la dificultad respiratoria. Es el caso del Helenio, el Llantén, el Hisopo o el Tomillo.
Información recogida de la revista Vivir al Natural.